La Riqueza de las Naciones: resumen capítulo por capítulo de la obra de Adam Smith [Libro I de V]

La Riqueza de las Naciones resumen capitulo por capitulo de la obra de Adam Smith
Actualizado por última vez el marzo 18, 2024 por David Mesa Noack
David Mesa Noack

David Mesa Noack

Analista económico y político

Recently updated on marzo 18th, 2024 at 01:14 pm

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En «La Riqueza de las Naciones», Adam Smith congrega un vasto cúmulo de sabiduría dispersa en el terreno de la economía, y en consecuencia, da origen a la obra cimentadora del pensamiento económico contemporáneo. Cabe subrayar el contexto en el que Adam Smith desarrolló este magno trabajo: la universidad de Edimburgo, que se erigió como un epicentro destacado de la Ilustración. A su vez, las particularidades políticas de la Escocia del siglo XVIII brindaron un caldo de cultivo propicio para la germinación de ideas revolucionarias e innovaciones asombrosas. Desde figuras emblemáticas como David Hume hasta inventores trascendentales como James Watt, la Escocia de aquel siglo resultó ser un escenario crucial en la construcción de los fundamentos del mundo moderno.

Para sorpresa de quienes se acercan a la obra de Adam Smith por primera vez, la famosa «mano invisible» aparece mencionada solamente una sola vez en todos los cinco tomos de esta obra de carácter enciclopédico. Uno de los conceptos más conocidos del mundo moderno se desprende de un pequeño pasaje, casi perdido en el interior del libro, allá por el capítulo V del Libro IV de la obra. Su trascendencia no puede exagerarse, ya que este solo concepto produce visiones políticas completamente enfrentadas. Personalmente encuentro extraño que otro concepto, que se repite exactamente 100 veces (¿casualidad?) haya pasado desapercibido: «opresión».

La obra de Adam Smith surge en una época en la que Escocia estaba finalmente liberándose de la opresión inglesa: el parlamento inglés le otorgó durante el siglo XVIII mayor independencia política a los escoceses. Esto puede parecer contraintuitivo, dado que en 1707 se firmó el Acta de Unión, pero en la práctica, los parlamentarios escoceses quedaron tan lejos y desconectados de sus territorios, que en efecto Escocia obtuvo una singular autonomía. Además, el Acta de Unión representó el acceso al libre comercio con Inglaterra y sus colonias, circunstancia que favoreció un acelerado crecimiento económico del territorio norte. También en esta época mermó la opresión de la Iglesia, siendo el año 1706 la última ejecución de un ciudadano por blasfemia.

La obra entera de Adam Smith es una oda contra la opresión. Esto no es una interpretación ni mucho menos. Al finalizar el Libro IV sobre política económica, Adam Smith nos indica, según él, cuáles son las 3 responsabilidades de los gobiernos. La segunda responsabilidad, nos dice, es

De acuerdo con el sistema de libertad, el soberano solo tiene tres deberes que cumplir; tres deberes de gran importancia, de hecho, pero claros e inteligibles para el entendimiento común: primero, el deber de proteger a la sociedad de la violencia e invasión de otras sociedades independientes; en segundo lugar, el deber de proteger, en la medida de lo posible, a cada miembro de la sociedad de la injusticia u opresión de cualquier otro miembro de la misma, o el deber de establecer una administración exacta de justicia; y, en tercer lugar, el deber de erigir y mantener ciertas obras públicas y ciertas instituciones públicas que nunca será de interés para ningún individuo, o pequeño número de individuos, erigir y mantener; porque la ganancia nunca podría compensar el gasto a ningún individuo o pequeño número de individuos, aunque frecuentemente pueda hacer mucho más que compensarlo a una gran sociedad.

Note el lector que estas son las responsabilidades de los gobiernos, que no es lo mismo que «lo único que tiene que hacer un gobierno»; Adam Smith mismo en los Libros II y III tiene pasajes de distintas actividades económicas que podrían regularse, siempre y cuando se regulen con un espíritu liberal. Porque la esencia de «La Riqueza de las Naciones» no es la de reivindicar, como muchos creen, el egoísmo (actitud que Adam Smith critica fervientemente en el primer párrafo de su obra «Teoría de los Sentimientos Morales»), sino la de crear un sistema de política económica que permita reducir la pobreza, eliminar la opresión de los gobiernos, y favorecer el desarrollo de las naciones.

La obra de Adam Smith consta de 5 libros, que vamos a ir resumiendo en artículos independientes, los cuales se publicarán 1 vez por semana los días lunes. Para acceder a los otros artículos, podrás encontrar el link al pie de página o en esta estructura:

La mejor edición que se puede encontrar para leer el original en español, en mi opinión, es la edición de Carlos Rodríguez Braun de 1994 que contiene los libros I, II y III, y una selección de los libros IV y V. La edición completa y resumida abarca 800 hojas, lo que supone un desafío para el lector. Esta edición se puede encontrar en la biblioteca de Internet por definición, archive.org, en este link.

En la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en Buenos Aires se pueden encontrar también varios ejemplares de la excelente edición del Fondo de la Cultura Económica, impresos en México. Creo que hay 4 o 5 ejemplares del FCE, mi sugerencia es solicitar el ejemplar correspondiente a la 2da edición impreso en 2012, dado que los otros ejemplares son un poco más antiguos y corresponden a la 1ra edición.

La mejor versión en inglés de La Riqueza de las Naciones, que es una edición completa y comentada al detalle, es la fantástica recopilación de Edwin Cannan de 1904 que se puede encontrar en Econlib en este link. La obra de Cannan es impecable. Las ediciones en español no me terminan de convencer, porque contienen una pequeña carga ideológica que tergiversan mínimamente las palabras de Adam Smith. Por ejemplo, mientras que en el original la palabra «opresión» aparece mencionada 100 veces, en la edición de Carlos Rodríguez Braun aparece mencionada solo 16 veces (11 veces ‘opresión’, 3 veces ‘oprimido’ y 2 veces ‘oprimidos’) porque 1) se ha matizado el mensaje de Smith y 2) gran parte de estos pasajes se encuentran en los libros IV y V, que en español se presentan resumidos.

Mi única sugerencia, antes de que se sumerjan en el libro, es que tengan en cuenta que fue escrito hace 250 años. Sin más preámbulos, les presento a continuación un resumen capítulo por capítulo del Libro I de la obra de Adam Smith:

Libro I

Capítulo I: De la división del trabajo

En la primera parte del capítulo 1 del libro 1 de “La Riqueza de las Naciones” de Adam Smith, se introduce el concepto fundamental de la división del trabajo, ilustrando cómo incrementa significativamente la productividad y la eficiencia. Smith argumenta que la división del trabajo, donde diferentes personas o grupos se especializan en distintas tareas, es el motor detrás del aumento en las capacidades productivas del trabajo.

Smith explica que la división del trabajo se observa más claramente en industrias pequeñas y específicas, aunque también está presente en manufacturas más grandes. Pone como ejemplo la producción de alfileres, un proceso que, cuando se divide en varias tareas especializadas, permite una producción masiva que sería imposible si cada trabajador intentara realizar todo el proceso por sí mismo. En su ejemplo, describe cómo la fabricación de un alfiler se divide en alrededor de dieciocho operaciones distintas, realizadas por diferentes trabajadores.

En un escenario donde no existe la división del trabajo, Smith señala que un trabajador no educado en esta manufactura específica difícilmente podría hacer un alfiler al día. Sin embargo, con la división del trabajo, un grupo pequeño de trabajadores puede producir miles de alfileres en el mismo periodo. Este aumento en la productividad no solo beneficia a los productores sino también a los consumidores, ya que la disponibilidad y el bajo costo de los productos se incrementan considerablemente.

Smith concluye que, aunque la división del trabajo pueda parecer trivial en industrias pequeñas, su impacto en la eficiencia y en la capacidad productiva es inmenso, beneficiando a toda la sociedad al permitir que se produzcan más bienes con el mismo esfuerzo.

Adam Smith amplía la discusión sobre la división del trabajo, destacando su aplicación y efectos en diferentes artes y manufacturas, más allá del ejemplo de la fabricación de alfileres.

Smith señala que, aunque la división del trabajo no puede ser tan detallada en todas las industrias como en el caso de la producción de alfileres, su introducción en cualquier arte o manufactura conlleva siempre un aumento proporcional en las capacidades productivas del trabajo. Esto resulta en la especialización y separación de diferentes oficios y empleos, siendo más pronunciada en sociedades más avanzadas e industrializadas. En tales sociedades, las personas suelen dedicarse exclusivamente a una sola profesión: un agricultor se dedica únicamente a la agricultura, un fabricante solo a la manufactura.

A pesar de la efectividad de la división del trabajo en la manufactura, Smith argumenta que en la agricultura no es tan fácil ni práctica una subdivisión y separación tan extrema de las labores. La naturaleza de las tareas agrícolas, vinculadas estrechamente con las estaciones y ciclos naturales, hace que sea menos factible separar completamente las diferentes labores agrícolas, como es el caso en la manufactura. Por ejemplo, la misma persona puede desempeñar varias tareas como arar, sembrar y cosechar, lo cual no permite una especialización tan profunda como en las manufacturas.

Además, Smith observa que aunque las naciones más opulentas suelen destacar tanto en agricultura como en manufactura, su superioridad es más notable en la manufactura. Mientras que en agricultura, la eficiencia del trabajo entre países ricos y pobres no difiere tanto como en la manufactura. Por ejemplo, el costo y la calidad del maíz pueden ser similares en países con diferentes niveles de riqueza y desarrollo, mientras que en manufactura, los países ricos superan claramente a los más pobres en calidad y coste.

Smith concluye que la gran mejora en la cantidad de trabajo que se puede realizar debido a la división del trabajo se debe a tres circunstancias: el aumento de la destreza en cada trabajador, el ahorro de tiempo al no tener que cambiar entre diferentes tipos de trabajo, y la invención de máquinas que facilitan y acortan el trabajo, permitiendo que una persona haga el trabajo de muchas.

Luego, Adam Smith profundiza en los beneficios de la división del trabajo, enfocándose en tres aspectos clave que contribuyen a la mejora de la eficiencia y la productividad.

Primero, Smith aborda cómo la especialización incrementa la destreza del trabajador. Un ejemplo claro es la diferencia en la habilidad para fabricar clavos entre un herrero común y uno especializado en hacer clavos. Un herrero ordinario, no acostumbrado a hacer clavos, difícilmente podría fabricar más de doscientos o trescientos en un día, y de calidad inferior. Por otro lado, un especialista en clavos, dedicando su vida a esta única tarea, puede producir más de dos mil trescientos clavos en un día. Este aumento en la destreza es una consecuencia directa de la especialización en una sola tarea.

En segundo lugar, Smith destaca el ahorro de tiempo que se logra al evitar cambiar de una tarea a otra. Este tiempo, que de otra manera se perdería en la transición entre diferentes tipos de trabajo, se ahorra gracias a la especialización. Smith ejemplifica este punto con el caso de un tejedor de campo, que pierde tiempo valioso al moverse entre su telar y su campo. Incluso cuando las tareas están más integradas, la transición entre diferentes tipos de trabajo conlleva una cierta pérdida de eficiencia.

Por último, Smith señala la importancia de la maquinaria en la facilitación y abreviación del trabajo. Resalta que muchas de las máquinas utilizadas en la manufactura fueron inventadas por los mismos trabajadores, quienes, al estar completamente concentrados en una operación específica, buscan formas de hacer su tarea más eficiente y menos laboriosa. Estas innovaciones no solo provienen de los trabajadores, sino también de los fabricantes de maquinaria y de los filósofos o especuladores que, al observar diferentes procesos, combinan elementos de distintas áreas para crear mejoras significativas.

Para concluir, Smith argumenta que la división del trabajo lleva a una multiplicación de las producciones de todos los diferentes artes, resultando en una opulencia universal en una sociedad bien gobernada. Esta riqueza no se limita a las clases altas, sino que se extiende hasta los rangos más bajos de la sociedad. El trabajador común, por ejemplo, tiene acceso a productos y comodidades que son el resultado de la labor de miles de personas, superando incluso las comodidades de las que disponen muchos gobernantes en sociedades menos avanzadas. Este fenómeno ilustra cómo la división del trabajo no solo aumenta la eficiencia y la producción, sino que también contribuye a una mejor distribución de la riqueza y el bienestar en la sociedad.

Capítulo II: Del principio que origina la división del trabajo

En la primera parte del capítulo 2 del libro 1 de “La Riqueza de las Naciones”, Adam Smith explora el principio subyacente que da origen a la división del trabajo. Este principio, según Smith, no es resultado de una sabiduría humana premeditada buscando la opulencia general, sino más bien una consecuencia natural y gradual de una tendencia innata en los seres humanos: la propensión a intercambiar, negociar y comerciar bienes y servicios.

Smith contempla si esta propensión al comercio es un principio original de la naturaleza humana o si surge como consecuencia de las facultades de la razón y el habla. En cualquier caso, destaca que esta tendencia es exclusiva de los humanos y no se encuentra en otras especies animales, que no participan en este tipo de contratos o intercambios. Mientras los animales pueden colaborar de manera accidental o instintiva, como en la caza, no muestran una tendencia a intercambiar objetos o servicios entre sí de manera consciente y deliberada.

Smith expone que, a diferencia de otras especies, los humanos dependen constantemente de la cooperación y asistencia mutua. Esta dependencia no puede satisfacerse únicamente a través de la benevolencia de otros, sino que se basa más eficazmente en el interés propio. En una sociedad civilizada, una persona no puede esperar ganarse la amistad y la cooperación de muchas personas solo a través de actos de benevolencia. Por lo tanto, es mucho más probable tener éxito al apelar al interés propio de los demás, mostrándoles cómo es en su propio beneficio cooperar y realizar intercambios mutuamente ventajosos.

Smith ilustra este principio con el ejemplo del comercio cotidiano, donde las personas no dependen de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero para obtener su comida, sino de su propio interés. Este intercambio mutuamente beneficioso es la base de la cooperación en una sociedad, incluso para los mendigos, que, aunque dependen de la caridad para sus necesidades básicas, también participan en intercambios y negociaciones para satisfacer sus necesidades.

Por último, Smith explica cómo esta disposición para el intercambio y el comercio lleva naturalmente a la división del trabajo. En una sociedad de cazadores o pastores, por ejemplo, una persona que es especialmente hábil en la fabricación de arcos y flechas se dedicará a esta tarea a cambio de bienes como ganado o venado. Eventualmente, se especializa en esta labor, convirtiéndose en un tipo de armero. De manera similar, otros se especializan en distintas tareas como la construcción de viviendas o el tratamiento de pieles. Esta especialización permite a cada individuo perfeccionar sus habilidades en un área particular y realizar intercambios productivos con los demás, mejorando la eficiencia y la productividad general de la comunidad.

Luego, Adam Smith aborda la cuestión de las diferencias naturales de talento entre las personas y cómo estas se relacionan con la división del trabajo. Smith argumenta que la diferencia aparente en los talentos naturales entre las personas es en realidad mucho menor de lo que solemos creer. Sugiere que las diferencias significativas en las habilidades y los genios, que se observan entre los adultos de distintas profesiones, son más un efecto de la división del trabajo que una causa de ella.

Smith expone que las diferencias entre personas de profesiones extremadamente distintas, como un filósofo y un porteador, se deben más a los hábitos, costumbres y educación que a diferencias innatas. Observa que en la infancia, no hay diferencias notables en las capacidades y potencialidades entre los niños. Sin embargo, con el tiempo y a medida que las personas se emplean en ocupaciones diferentes, estas diferencias comienzan a notarse y se amplían gradualmente. Esto lleva a Smith a argumentar que si no existiera la disposición a intercambiar, negociar y comerciar (es decir, si no hubiera división del trabajo), todos tendrían que procurarse por sí mismos todo lo necesario para la vida, lo que resultaría en una homogeneidad de habilidades y labores.

Además, Smith compara esta situación con el mundo animal, señalando que, a diferencia de los humanos, las distintas especies de animales, aunque posean habilidades diversas y especializadas por naturaleza, no se benefician mutuamente de estas diferencias. Por ejemplo, la fuerza de un mastín no se complementa con la rapidez de un galgo o la sagacidad de un spaniel porque los animales no tienen la capacidad o disposición para intercambiar habilidades o productos de sus habilidades. En contraste, en la sociedad humana, las personas con talentos y genios muy diferentes se benefician mutuamente a través del comercio. Los productos de sus talentos específicos se intercambian, permitiendo que cada persona adquiera lo que necesita de los talentos de otros, lo que enriquece la sociedad en su conjunto.

Smith concluye que es esta disposición al intercambio lo que no solo genera una diversificación de talentos entre los humanos, sino que también hace que esta diversidad sea útil y beneficiosa para la sociedad. La capacidad de intercambiar y comerciar permite que las habilidades y genios distintos de cada individuo contribuyan al bienestar general y a una mayor eficiencia en la satisfacción de las necesidades y deseos de todos.

Capítulo III: La división del trabajo y el alcance del mercado

En el Capítulo III de “La Riqueza de las Naciones”, Adam Smith examina cómo la división del trabajo está limitada por la extensión del mercado. Este concepto es crucial para entender el desarrollo de la economía en diferentes regiones y épocas.

Smith argumenta que la capacidad de intercambio, esencial para la división del trabajo, está inherentemente limitada por el tamaño del mercado. Cuando el mercado es pequeño, hay poca motivación para que las personas se dediquen exclusivamente a una ocupación, dado que no podrían intercambiar el excedente de su producción por los bienes y servicios que necesitan. En ambientes donde el mercado es limitado, como en aldeas pequeñas o regiones aisladas, las personas deben desempeñar múltiples roles para satisfacer sus necesidades. Smith pone el ejemplo de las Tierras Altas de Escocia, donde un granjero puede necesitar ser su propio carnicero, panadero y cervecero debido a la falta de especialistas en la zona.

Smith también destaca el papel crucial de los medios de transporte en la expansión del mercado. Explica cómo el transporte por agua, como los barcos navegando a lo largo de costas y ríos navegables, permite acceder a mercados más amplios de lo que sería posible solo con el transporte terrestre. Pone como ejemplo el transporte de bienes entre Londres y Edimburgo, mostrando cómo un barco puede llevar mucha más carga que carretas terrestres, reduciendo así los costos y permitiendo un mayor alcance del comercio.

Esta dinámica explica por qué las industrias y las artes tienden a desarrollarse primero en regiones con acceso fácil al transporte por agua, como las áreas costeras y los valles fluviales, y solo más tarde se extienden hacia el interior. Smith menciona que las primeras civilizaciones se desarrollaron alrededor del mar Mediterráneo, facilitadas por la navegación y el comercio en esta gran masa de agua.

El ejemplo de Egipto ilustra cómo un sistema de canales y una red de transporte por agua contribuyeron al desarrollo temprano de la agricultura y la manufactura. La facilidad de transporte por el río Nilo permitió la comunicación y el comercio entre diversas áreas, fomentando así el crecimiento económico.

En resumen, Smith subraya que la división del trabajo, esencial para la eficiencia y el desarrollo económico, depende en gran medida del tamaño y la accesibilidad del mercado, que a su vez está influenciado por factores geográficos y tecnológicos como los sistemas de transporte y la ubicación geográfica.

Luego, Adam Smith examina el impacto del transporte por agua en el desarrollo de la agricultura y la manufactura en distintas regiones del mundo, haciendo énfasis en cómo los sistemas de agua internos han influenciado la riqueza y el comercio de diversas civilizaciones.

Smith observa que, al igual que Egipto, la región de Bengala en las Indias Orientales y algunas provincias del este de China han tenido una gran antigüedad en el desarrollo de la agricultura y la manufactura. Esto se debe en gran parte a sus sistemas fluviales, que, como el Nilo en Egipto, forman una red de canales navegables que facilitan el comercio interno y el transporte de mercancías. Smith señala que en estas regiones, los ríos Ganges y Yangtsé, respectivamente, han creado una extensa red de canales que supera incluso a la del Nilo o del Ganges. Es interesante notar que Smith menciona que estas civilizaciones antiguas, a pesar de su gran riqueza, no fomentaron el comercio exterior, sino que derivaron su opulencia principalmente de la navegación interna.

En contraste, Smith describe cómo otras regiones del mundo han permanecido en un estado más primitivo y menos desarrollado debido a la falta de vías navegables que conecten las diferentes áreas. Por ejemplo, menciona las regiones interiores de África y Asia, como la antigua Escitia, la moderna Tartaria y Siberia, donde los grandes ríos, aunque presentes, están demasiado distanciados entre sí para facilitar un comercio y comunicación significativos.

Smith también aborda cómo la geografía afecta la capacidad de una región para desarrollar el comercio marítimo. Menciona la falta de grandes entradas marítimas en África, a diferencia de Europa y Asia, donde mares como el Báltico, Adriático, Mediterráneo y Negro, así como los golfos de Arabia, Persia, India, Bengala y Siam, permiten el acceso al comercio marítimo hasta el interior de estos continentes. La carencia de tales vías navegables en África ha limitado su capacidad para desarrollar un comercio extenso.

Finalmente, Smith señala que el control político de los ríos también puede limitar el comercio. Pone el ejemplo del Danubio, cuya utilidad para el comercio es limitada para los estados de Baviera, Austria y Hungría, ya que no controlan todo el curso del río hasta su desembocadura en el Mar Negro. Este control fragmentado impide el desarrollo de un comercio fluvial más extenso y beneficioso para estas regiones.

En conjunto, esta parte del capítulo resalta cómo la geografía y la infraestructura de transporte, especialmente los sistemas de agua, han jugado un papel crucial en el desarrollo económico y comercial de diferentes regiones a lo largo de la historia.

Capítulo IV: Del origen y uso del dinero

En la primera parte del capítulo 4 del libro 1 de “La Riqueza de las Naciones”, Adam Smith explora el origen y la utilidad del dinero en el contexto de una sociedad comercial, que surge como consecuencia de la división del trabajo.

Smith comienza destacando cómo, una vez establecida la división del trabajo, la mayor parte de las necesidades de un individuo ya no se satisfacen con el producto de su propio trabajo, sino mediante el intercambio de lo que produce en exceso por lo que otros producen y él necesita. Este proceso convierte a cada persona, en cierta medida, en un comerciante, y a la sociedad en una sociedad comercial.

Sin embargo, Smith señala que en los inicios de la división del trabajo, el proceso de intercambio se veía obstaculizado por la dificultad de encontrar personas que necesitaran lo que uno ofrecía y, al mismo tiempo, tuvieran algo deseado a cambio. Este problema se ilustra con el ejemplo del carnicero que no puede intercambiar su carne por pan y cerveza si el panadero y el cervecero no necesitan carne. Para superar este inconveniente, las personas comenzaron a buscar una mercancía que fuera generalmente aceptada y deseada por todos, para poder intercambiarla por lo que necesitaban.

Smith menciona que a lo largo de la historia, diferentes mercancías han sido utilizadas como medio de intercambio. En las sociedades más primitivas, el ganado era a menudo el instrumento común de comercio, a pesar de ser inconveniente debido a su tamaño y naturaleza perecedera. Cita el ejemplo de Homero, donde la armadura de Diomedes se valoraba en nueve bueyes, mientras que la de Glauco en cien. Otras mercancías utilizadas para el comercio en diferentes lugares y épocas incluyen la sal en Abisinia, conchas en algunas partes de la costa de la India, bacalao seco en Terranova, tabaco en Virginia, azúcar en algunas colonias de las Indias Occidentales, cueros o cuero curtido en otros países, e incluso en una aldea de Escocia donde los clavos se usaban en lugar de dinero.

Este capítulo de Smith expone cómo la necesidad de facilitar el intercambio llevó a la selección de ciertas mercancías como dinero, un medio de intercambio universalmente aceptado, que a su vez permitió el desarrollo y la expansión del comercio y la actividad económica en las sociedades.

Luego, Adam Smith analiza cómo los metales se convirtieron en el medio de intercambio universal, dando origen a la moneda.

Smith sostiene que, a pesar de haberse utilizado una variedad de bienes como medios de intercambio en diferentes culturas y épocas, los metales finalmente se impusieron como la preferencia universal debido a sus propiedades únicas. Los metales no solo son duraderos y conservan su valor con el tiempo, sino que también pueden dividirse en partes menores sin perder valor, lo cual no es posible con otras mercancías. Esta divisibilidad y la capacidad de recombinarlos facilitan el intercambio preciso y justo de bienes y servicios.

Diferentes metales han sido empleados para este propósito en distintas sociedades: el hierro entre los espartanos antiguos, el cobre entre los romanos antiguos, y el oro y la plata en naciones ricas y comerciales. Inicialmente, estos metales se utilizaban en barras sin acuñar. Smith cita a Plinio, quien refiere que, hasta el tiempo de Servio Tulio, los romanos usaban barras de cobre sin acuñar como dinero.

El uso de metales en su estado bruto presentaba dos grandes inconvenientes: la dificultad de pesarlos con precisión y la necesidad de verificar su pureza. Pesar metales preciosos con exactitud requiere balanzas precisas, y el proceso de ensayo para determinar su pureza es aún más complejo y tedioso.

Para resolver estos problemas y facilitar el comercio, se hizo necesario acuñar monedas con un sello público que certificara tanto la pureza como el peso del metal. Las primeras monedas parecen haber sido acuñadas para certificar la pureza del metal, más que su peso. Smith menciona ejemplos históricos, como la forma en que Abraham pesó los shekels de plata para comprar un campo, demostrando que se valoraba el peso del metal, no su forma acuñada.

Smith también discute cómo, originalmente, las denominaciones de las monedas expresaban el peso o la cantidad de metal que contenían. Por ejemplo, el as romano equivalía a una libra romana de cobre, y la libra esterlina inglesa de la época de Eduardo I contenía una libra Tower de plata. Sin embargo, a lo largo del tiempo, los gobernantes redujeron la cantidad de metal en las monedas para pagar sus deudas con menos plata o oro, perjudicando así a los acreedores y alterando la economía.

Smith concluye que el dinero se ha convertido en el instrumento universal de comercio en todas las naciones civilizadas, facilitando la compra, venta e intercambio de bienes de todo tipo. En la próxima sección, se propone examinar las reglas que naturalmente observan los hombres al intercambiar bienes por dinero o entre sí, es decir, lo que determina el valor relativo o intercambiable de los bienes.

Finalmente, Adam Smith profundiza en el concepto de valor, distinguiendo entre el “valor de uso” y el “valor de cambio” de los bienes, y establece la base para una investigación detallada sobre el valor intercambiable de los bienes.

Smith comienza aclarando que la palabra “valor” puede tener dos significados distintos. El “valor de uso” se refiere a la utilidad de un objeto, mientras que el “valor de cambio” se relaciona con la capacidad de ese objeto para ser intercambiado por otros bienes. Un ejemplo claro de esta distinción es la comparación entre el agua y los diamantes. El agua, siendo extremadamente útil y necesaria, tiene un gran valor de uso pero escaso valor de cambio, ya que generalmente no se puede intercambiar por otros bienes. Por otro lado, los diamantes tienen poco valor de uso en términos prácticos, pero un alto valor de cambio, ya que se pueden intercambiar por una gran cantidad de otros bienes.

A continuación, Smith anuncia que se enfocará en explorar los principios que regulan el valor intercambiable de los bienes. Este análisis se dividirá en tres áreas principales:

  1. Determinar cuál es la verdadera medida del valor intercambiable de los bienes, es decir, cuál es el precio real de todas las mercancías.
  2. Identificar las diferentes partes que componen este precio real.
  3. Examinar las distintas circunstancias que pueden hacer que estas partes del precio fluctúen por encima o por debajo de su tasa natural o habitual.

Smith planea abordar cada uno de estos temas en los siguientes capítulos. Advierte a sus lectores que esta indagación puede ser tediosa en algunos puntos, pero destaca la importancia de ser minucioso para asegurar la claridad. Reconoce que, a pesar de sus mejores esfuerzos por ser claro, algunos aspectos de este tema abstracto y complejo pueden seguir siendo algo oscuros.

Este segmento del libro establece el marco para una comprensión detallada de cómo se determinan los precios en una economía de mercado y cómo estos precios se relacionan con el valor de uso y el valor de cambio de los bienes. Smith enfatiza la importancia de comprender estos conceptos para analizar cómo funcionan los mercados y la economía en general.

Capítulo V: Del precio real y nominal de las mercancías, o de su precio en trabajo y su precio en dinero

En este capítulo, Adam Smith se enfoca en el precio real y nominal de las mercancías, detallando cómo estos se relacionan con el trabajo y el dinero.

Smith plantea que la riqueza de una persona se mide por la cantidad de bienes esenciales, comodidades y entretenimientos que puede obtener. Una vez establecida la división del trabajo, la mayoría de las necesidades y deseos de una persona se satisfacen a través del trabajo de otros, no por el propio. Por lo tanto, se es rico o pobre según la cantidad de trabajo ajeno que se puede adquirir o comprar.

El “precio real” de cualquier cosa es el esfuerzo y la dificultad para adquirirla. Este concepto de precio real difiere del precio nominal, que es la cantidad de dinero por la cual se vende un bien. Smith sostiene que el trabajo es la verdadera medida del valor intercambiable de todas las mercancías, aunque en la práctica, este valor suele estimarse por otros medios, como el dinero, debido a la dificultad de medir exactamente el trabajo. Los precios de mercado, determinados por el regateo y la negociación, a menudo difieren del valor real del trabajo incorporado en los bienes.

Smith explica que, aunque el trabajo sea la medida real del valor de intercambio de los bienes, es más común y fácil estimar su valor por la cantidad de dinero o de otras mercancías que se pueden obtener a cambio. Esto se debe a que es más sencillo y directo medir y comparar cantidades de bienes concretos o dinero que calcular el valor abstracto del trabajo.

Con la aparición del dinero como medio común de comercio, se vuelve aún más natural y común estimar el valor de las mercancías en términos monetarios en lugar de en términos de trabajo o de otros bienes. Por ejemplo, es más usual y práctico para un carnicero estimar el valor de su carne en dinero, en lugar de en pan o cerveza, productos que podría obtener a cambio en un mercado de trueque.

Smith concluye que el valor de cambio de las mercancías suele medirse por la cantidad de dinero que se puede obtener por ellas, más que por la cantidad de trabajo o de otros bienes a los que equivalen. Este enfoque en el precio nominal, en lugar del precio real, es más práctico para las transacciones cotidianas en una sociedad comercial desarrollada.

Adam Smith aborda cómo el oro y la plata, al igual que cualquier otra mercancía, varían en valor y cómo esto influye en el concepto de precio real y nominal de los bienes.

Smith explica que el valor de oro y plata, al igual que otros bienes, depende de la facilidad o dificultad para obtenerlos, lo que está influenciado principalmente por la fertilidad de las minas. Por ejemplo, la abundancia de las minas americanas en el siglo XVI redujo significativamente el valor de estos metales en Europa. Como resultado, se necesitaba menos trabajo para llevar oro y plata al mercado, y, por lo tanto, estos metales podían comprar o mandar menos trabajo que antes.

A pesar de ser la medida real del valor intercambiable de los bienes, el trabajo no siempre es lo que determina su valor percibido. A menudo, el valor de los bienes y servicios se mide en términos de dinero, es decir, su precio nominal, más que en términos de la cantidad de trabajo que representan. Este precio nominal, sin embargo, puede variar significativamente debido a las fluctuaciones en el valor de los metales preciosos.

El precio real de un bien, según Smith, consiste en la cantidad de necesidades y comodidades de la vida que se pueden obtener a cambio de él, mientras que el precio nominal se mide en términos de dinero. La distinción entre estos dos precios es importante, especialmente en transacciones a largo plazo, como la venta de propiedades con rentas perpetuas. Si la renta se establece en términos de una cantidad fija de dinero, su valor puede variar a lo largo del tiempo debido a las fluctuaciones en el valor de los metales preciosos.

Smith argumenta que, aunque el trabajo es la única medida universal y precisa del valor, en las transacciones diarias y comunes, las personas suelen referirse al valor de los bienes en términos de dinero. Este enfoque práctico se debe a que el valor del trabajo puede ser difícil de medir con precisión y el dinero proporciona una forma más directa y comprensible de comparar valores.

En resumen, Smith destaca la complejidad de medir el valor real de los bienes y servicios en una economía de mercado y cómo esta medición puede ser influenciada por factores externos como la abundancia o escasez de recursos naturales y las fluctuaciones en el valor de las monedas.

Finalmente, Adam Smith se centra en la relación entre los precios reales y nominales de las mercancías, enfatizando cómo fluctúan dependiendo del tiempo y lugar, y cómo esto afecta la percepción del valor.

Smith expone que, en un mismo tiempo y lugar, los precios reales y nominales de todas las mercancías están exactamente en proporción entre sí. Por lo tanto, en ese contexto específico, el dinero se convierte en una medida precisa del valor real intercambiable de los bienes. Sin embargo, esta correlación precisa entre el valor real y nominal solo se mantiene en un contexto de tiempo y lugar específicos.

A pesar de que no hay una proporción regular entre los precios reales y monetarios en lugares distantes, para los comerciantes lo importante es el precio monetario, es decir, la diferencia entre lo que pagan por las mercancías y lo que esperan obtener al venderlas. Smith destaca cómo el valor de los metales preciosos, y por tanto el valor de las mercancías, puede variar significativamente entre diferentes ubicaciones. Por ejemplo, una cantidad menor de plata puede tener más valor en un lugar como Cantón, China, que una cantidad mayor en Londres.

El valor de una mercancía, por lo tanto, depende no solo de su precio en dinero sino también del valor del dinero en sí. Aunque la cantidad de trabajo que se puede comprar con una determinada cantidad de dinero varía, para el comerciante es crucial el precio monetario y la ganancia que puede obtener al intercambiar mercancías en diferentes mercados.

Smith aclara que, aunque el trabajo es la medida real del valor intercambiable de los bienes, en la vida cotidiana las personas y los comerciantes tienden a centrarse más en el precio nominal, en términos monetarios. Esto se debe a la conveniencia y la facilidad con la que se pueden comparar los precios monetarios en lugar de calcular el valor del trabajo implicado en cada bien.

La distinción entre el precio real y el nominal de los bienes y servicios es más que una mera especulación teórica, siendo importante en prácticas como la fijación de rentas o el establecimiento de contratos a largo plazo. Los precios en dinero pueden experimentar variaciones significativas a lo largo del tiempo debido a cambios en el valor de los metales preciosos utilizados en la acuñación de monedas.

En conclusión, Smith destaca cómo los precios monetarios de las mercancías son influenciados por una variedad de factores, incluyendo la ubicación, el valor de los metales preciosos y las prácticas comerciales. Esta complejidad subraya la importancia de entender tanto los precios reales como los nominales al evaluar el valor de las mercancías en diferentes contextos económicos.

Capítulo VI: Las partes que componen el precio de las mercancías

En la primera parte del capítulo 6 del libro 1 de “La Riqueza de las Naciones”, Adam Smith explora los componentes del precio de las mercancías, enfocándose en cómo estos se relacionan con el trabajo y el capital.

Smith inicia el capítulo reflexionando sobre el estado primitivo y rudimentario de la sociedad, donde la división del trabajo es inexistente y la única manera de comparar el valor de diferentes objetos es a través del trabajo necesario para adquirirlos. Por ejemplo, si cazar un castor requiere el doble de trabajo que cazar un venado, entonces un castor debería valer dos venados. Además, Smith sugiere que factores como la dureza del trabajo o la destreza y el ingenio requeridos también influyen en el valor de los bienes producidos.

Con la acumulación de capital, es decir, cuando algunas personas comienzan a acumular riqueza, el escenario cambia. Estas personas usan su capital para financiar el trabajo de otros, proporcionando materiales y subsistencia, con el objetivo de obtener una ganancia de la venta del trabajo de estos empleados. Así, el valor que los trabajadores agregan a los materiales se divide en dos partes: una que paga sus salarios y otra que representa las ganancias del empleador.

Smith aclara que las ganancias del capital, o beneficios, no son lo mismo que los salarios pagados por el trabajo de inspección y dirección. Los beneficios dependen del valor del capital empleado y varían en proporción a este, mientras que los salarios del trabajo de inspección y dirección no guardan proporción alguna con el capital invertido. Estos beneficios, argumenta Smith, son una parte esencial del precio de las mercancías, diferente de los salarios del trabajo.

En esta etapa de desarrollo de la sociedad, el producto del trabajo no pertenece enteramente al trabajador, sino que se comparte con el propietario del capital que financia el trabajo. Además, el valor de una mercancía no solo se determina por la cantidad de trabajo empleado en su producción, sino también por el capital invertido en ese trabajo, que busca una compensación en forma de beneficios.

Este capítulo introduce la idea de que tanto el trabajo como el capital son fundamentales en la formación de los precios de las mercancías en una economía más avanzada y compleja. Smith ilustra cómo la relación entre trabajo y capital se convierte en un factor crucial en la determinación del valor y el precio en una sociedad con división del trabajo y acumulación de capital.

Luego, Adam Smith examina cómo, con la propiedad privada de la tierra, surge el concepto de renta y su impacto en el precio de las mercancías.

Smith argumenta que cuando la tierra se convierte en propiedad privada, los propietarios exigen una renta por su uso natural. Antes de la propiedad privada, los frutos naturales de la tierra estaban disponibles para todos sin costo alguno, pero bajo la propiedad privada, incluso para recoger estos frutos naturales se debe pagar una renta al propietario de la tierra. Esta renta se convierte en una parte integral del precio de las mercancías.

Smith señala que el valor real de todas las partes componentes del precio se mide por la cantidad de trabajo que cada una puede comprar o mandar. En este sentido, el trabajo es la medida del valor tanto de la parte del precio que se convierte en renta como de la que se convierte en beneficio.

En todas las sociedades, el precio de cada mercancía finalmente se divide en renta, salario y beneficio. En las sociedades avanzadas, estas tres partes entran en mayor o menor medida en el precio de la mayoría de las mercancías. Smith pone como ejemplo el precio del maíz, que se compone del pago de la renta al terrateniente, los salarios de los trabajadores y el ganado empleado en su producción, y el beneficio del agricultor. Además, menciona que el precio de instrumentos de trabajo como un caballo también se divide en estas tres partes: renta, trabajo y beneficio.

A medida que una mercancía se fabrica más, la proporción del precio que se convierte en salarios y beneficios aumenta en relación con la renta. En los estadios más avanzados de la fabricación, cada etapa sucesiva de producción agrega más beneficio que la anterior, ya que el capital invertido es mayor.

Sin embargo, hay algunas mercancías cuyo precio se compone solo de salarios y beneficios, sin incluir la renta. Un ejemplo es el pescado de mar, donde el precio paga el trabajo de los pescadores y el beneficio del capital invertido en la pesca. En contraste, la pesca de río a menudo incluye una renta en su precio.

Smith concluye que el precio de cualquier mercancía siempre se resuelve en estas tres partes, y lo que queda después de pagar la renta y los salarios necesariamente constituye un beneficio para alguien. Este análisis muestra cómo la renta, como componente del precio, juega un papel crucial en la formación del valor de mercado de las mercancías en una economía donde la tierra es una propiedad privada.

Finalmente, Adam Smith analiza cómo el valor de cambio de todas las mercancías de una nación se descompone en rentas, salarios y beneficios, y cómo estos elementos distribuyen el producto anual del trabajo de una sociedad entre sus miembros.

Smith explica que cuando una sociedad produce bienes y servicios, el valor total de estos, o lo que es lo mismo, el precio total, se distribuye originalmente entre los miembros de esa sociedad en forma de salarios, beneficios y rentas. Estos tres elementos constituyen las fuentes originales de todos los ingresos y de todo el valor de cambio.

El ingreso obtenido del propio fondo de una persona puede provenir del trabajo (salarios), del capital (beneficios) o de la tierra (rentas). Smith aclara que los intereses sobre el dinero prestado también se consideran un ingreso derivado, ya que provienen del beneficio que se puede obtener del uso de ese dinero. De manera similar, todas las formas de ingresos gubernamentales, como impuestos, salarios y pensiones, provienen finalmente de una de estas tres fuentes.

Smith también aborda cómo las rentas, los beneficios y los salarios pueden confundirse entre sí, especialmente cuando una persona desempeña varios roles en la producción. Por ejemplo, un propietario que también es agricultor ganaría tanto la renta de la tierra como el beneficio del capital empleado en la agricultura. En el caso de un fabricante independiente que trabaja con su propio capital, sus ganancias incluirían tanto los beneficios como los salarios. Un jardinero que trabaja en su propio jardín combinando los roles de terrateniente, agricultor y trabajador, recibiría renta, beneficio y salario, aunque comúnmente se considere como ingreso solo su salario.

Smith concluye que, aunque en las sociedades civilizadas el valor de cambio de la mayoría de las mercancías no proviene únicamente del trabajo, sino también de las rentas y los beneficios, el producto anual del trabajo de una sociedad siempre será suficiente para comprar o mandar una cantidad de trabajo mucho mayor que la empleada en su producción. Sin embargo, no toda la producción anual se destina a mantener a los trabajadores industriales; una parte significativa es consumida por personas que no trabajan. Dependiendo de cómo se divida este producto entre trabajadores y no trabajadores, el valor medio anual del producto de una sociedad puede aumentar, disminuir o mantenerse estable.

Este análisis muestra cómo la estructura económica de una sociedad influye en la distribución de su riqueza y producción, destacando la importancia de entender las interacciones entre trabajo, capital y tierra en la economía.

Capítulo VII: La relación entre el precio natural y el precio de mercado de las mercancías

En la primera parte del capítulo 7 del libro 1 de “La Riqueza de las Naciones”, Adam Smith aborda la diferencia entre el precio natural y el precio de mercado de las mercancías.

Smith establece que en cada sociedad existe una tasa ordinaria o promedio para los salarios, los beneficios y las rentas, la cual está regulada por las circunstancias generales de la sociedad, como su riqueza o pobreza, y por la naturaleza particular de cada empleo o uso de la tierra. Estas tasas ordinarias se conocen como tasas naturales de salarios, beneficios y rentas.

El precio natural de una mercancía, según Smith, es aquel que cubre exactamente el coste de los factores utilizados en su producción: la renta de la tierra, los salarios de la mano de obra y los beneficios del capital empleado. Este precio es lo que realmente cuesta la mercancía al vendedor y es el mínimo que debe recibir para cubrir sus costes y obtener un beneficio ordinario. Si el precio de venta no permite al vendedor obtener este beneficio ordinario, incurre en una pérdida, ya que podría haber empleado su capital en otra parte para obtener dicho beneficio.

El precio de mercado de una mercancía, por otro lado, es el precio real al que se vende en el mercado. Este puede estar por encima, por debajo o ser exactamente igual al precio natural. El precio de mercado se regula por la proporción entre la cantidad de la mercancía que se lleva al mercado y la demanda efectiva, es decir, aquellos dispuestos a pagar el valor completo del alquiler, los salarios y los beneficios necesarios para llevarla al mercado.

Cuando la cantidad de una mercancía en el mercado es menor que la demanda efectiva, aquellos que desean la mercancía estarán dispuestos a pagar más, lo que hace que el precio de mercado suba por encima del precio natural. Esto puede verse influenciado por la magnitud de la deficiencia y por la riqueza y el lujo de los compradores. Por el contrario, cuando la cantidad excede la demanda efectiva, parte de la mercancía debe venderse a un precio menor, reduciendo el precio de mercado por debajo del natural. El grado en que el precio de mercado cae por debajo del natural depende de cuánto exceda la oferta la demanda y de cuán importante sea para los vendedores deshacerse rápidamente del excedente.

Finalmente, cuando la cantidad de mercancía en el mercado es exactamente suficiente para satisfacer la demanda efectiva, el precio de mercado tiende a coincidir con el precio natural. En este caso, todos los vendedores pueden vender toda su mercancía a este precio, pero no pueden obtener un precio más alto debido a la competencia entre ellos.

Este análisis de Smith revela cómo las dinámicas de oferta y demanda en el mercado afectan los precios y cómo estos pueden desviarse del costo “natural” de producción de las mercancías.

Luego, Adam Smith continúa su análisis sobre el precio natural y el precio de mercado de las mercancías. Aquí, profundiza en cómo la oferta y la demanda afectan estos precios y cómo los componentes del precio (renta, salarios y beneficios) reaccionan ante las fluctuaciones del mercado.

Smith argumenta que es de interés para quienes utilizan su tierra, trabajo o capital en la producción de una mercancía que la cantidad ofrecida en el mercado no supere la demanda efectiva. Si en algún momento la oferta excede la demanda, ciertos componentes del precio, como la renta, los salarios o los beneficios, pueden disminuir por debajo de su tasa natural. Por ejemplo, si el exceso se debe a la renta, los propietarios de tierras retirarán parte de ellas del mercado; si se debe a salarios o beneficios, los trabajadores o empresarios retirarán parte de su trabajo o capital. De esta forma, la cantidad ofrecida se ajustará a la demanda efectiva y los precios volverán a sus tasas naturales.

Por otro lado, si la cantidad ofrecida es menor que la demanda efectiva, los componentes del precio pueden aumentar por encima de su tasa natural. En este caso, otros propietarios de tierras, trabajadores o empresarios se sentirán incentivados a aumentar su producción o servicios para satisfacer la demanda, llevando el mercado de nuevo a un equilibrio donde los precios se ajusten a las tasas naturales.

Smith sostiene que el precio natural actúa como un centro de gravedad hacia el cual tienden los precios de mercado. Aunque diversos factores pueden causar que los precios se mantengan por encima o por debajo del precio natural por ciertos periodos, siempre hay una tendencia a volver a este equilibrio.

En cuanto a la producción, Smith observa que en algunas industrias la cantidad producida puede variar significativamente de un año a otro (como en la agricultura), mientras que en otras (como en la fabricación de textiles) la producción es más constante. Esto significa que en las industrias con producción variable, los precios de mercado pueden fluctuar más debido tanto a las variaciones en la demanda como en la oferta.

Las fluctuaciones temporales y ocasionales en los precios de mercado generalmente afectan más a los componentes del precio que se resuelven en salarios y beneficios que a la renta. Además, Smith señala que ciertos eventos específicos, como los lutos públicos, pueden tener efectos directos y notables en los precios de ciertos bienes.

Por último, Smith menciona que aunque los precios de mercado tienden hacia el precio natural, hay circunstancias especiales, incluidas políticas gubernamentales y secretos comerciales, que pueden mantener los precios de mercado artificialmente altos durante periodos prolongados. Por ejemplo, un fabricante que descubre un método más barato para producir un color específico puede disfrutar de ganancias extraordinarias durante mucho tiempo. Estos casos son excepciones a la norma general de que los precios tienden a ajustarse al precio natural.

Este análisis ofrece una comprensión detallada de cómo los precios en una economía son un reflejo de la interacción entre oferta y demanda, así como de otros factores que pueden influir en esta dinámica.

Hacia el final, Adam Smith examina cómo el precio de mercado de las mercancías puede desviarse de su precio natural debido a circunstancias especiales y cómo estas desviaciones afectan los componentes del precio, como los salarios, los beneficios y la renta.

Smith destaca que algunos productos naturales, debido a su singularidad o requerimientos específicos de suelo y situación, pueden no poder satisfacer completamente la demanda efectiva, incluso a nivel nacional. En estos casos, el precio de mercado puede mantenerse alto durante siglos, con una parte del precio, que corresponde a la renta de la tierra, pagándose por encima de su tasa natural. Ejemplos incluyen viñedos con ubicaciones y suelos excepcionales.

Smith también discute el efecto de los monopolios, otorgados a individuos o compañías comerciales, en el precio de mercado. Al mantener intencionalmente el mercado desabastecido, los monopolistas pueden vender sus productos muy por encima del precio natural, aumentando sus ganancias significativamente. De manera similar, los privilegios exclusivos de las corporaciones y las leyes de aprendizaje que restringen la competencia pueden mantener artificialmente altos los precios de mercado de ciertos bienes o servicios.

Smith aclara que aunque el precio de mercado puede permanecer por encima del precio natural durante largos períodos, es difícil que se mantenga por debajo durante mucho tiempo. Si el precio de mercado cae por debajo del costo natural, los afectados por esta reducción retirarán recursos (tierra, trabajo o capital) del mercado, equilibrando la oferta con la demanda efectiva y elevando el precio de mercado al nivel del precio natural.

Finalmente, Smith se prepara para discutir en los capítulos siguientes las variaciones del precio natural en sí mismo, enfocándose en cómo factores como los salarios, los beneficios y la renta varían en diferentes sociedades y condiciones económicas. Planea examinar cómo estos factores son influenciados por la riqueza o pobreza de una sociedad y por su estado de progreso, estancamiento o declive. Smith anticipa que estas exploraciones arrojarán luz sobre la relación entre los diferentes tipos de ingresos y cómo estos interactúan y se influencian mutuamente en distintas circunstancias económicas y sociales.

En resumen, esta parte del capítulo ofrece una visión profunda de cómo las condiciones especiales y las políticas pueden afectar los precios en el mercado, y cómo estas influencias se relacionan con los conceptos fundamentales de oferta y demanda, así como con la interacción entre los diferentes componentes del precio.

Capítulo VIII: De los salarios del trabajo

En este capítulo, Adam Smith discute cómo los salarios de los trabajadores están determinados y cómo pueden cambiar en diferentes circunstancias. En un estado original en el que el trabajador disfruta del producto completo de su trabajo, los salarios serían más altos. Sin embargo, este estado no perdura debido a la apropiación de tierras y la acumulación de bienes. El salario de los trabajadores se ve afectado por la renta que se paga al propietario de la tierra y la participación del empleador o del maestro en el producto del trabajo.

Los salarios están determinados por un contrato entre el trabajador y el empleador, y ambos tienen intereses diferentes en la negociación. Los trabajadores buscan obtener un salario más alto, mientras que los empleadores buscan pagar lo menos posible. Smith sostiene que, en general, los empleadores tienen ventaja en estas negociaciones debido a su menor número, la capacidad de combinar esfuerzos y resistir más tiempo sin emplear trabajadores.

A pesar de esto, hay un límite por debajo del cual no es posible reducir los salarios, ya que los trabajadores deben ganar lo suficiente para mantenerse a sí mismos y a sus familias. En ciertas circunstancias, los trabajadores pueden obtener ventajas que les permiten aumentar sus salarios por encima de este límite. Por ejemplo, cuando la demanda de trabajadores aumenta constantemente, los empleadores compiten entre sí por contratar a trabajadores, lo que puede resultar en un aumento de los salarios.

En otras palabras, Smith argumenta que la demanda de trabajadores asalariados aumenta en proporción al crecimiento de la riqueza nacional, que se refleja en el aumento de ingresos y bienes en un país. En resumen, los salarios de los trabajadores están influenciados por factores como la propiedad de la tierra, la acumulación de bienes, las negociaciones entre trabajadores y empleadores, y el crecimiento de la riqueza nacional.

Adam Smith sostiene que no es la magnitud de la riqueza nacional, sino su incremento constante, lo que provoca un aumento en los salarios del trabajo. Compara las condiciones de vida en Inglaterra y Norteamérica, señalando que aunque Inglaterra es más rica, los salarios son más altos en Norteamérica debido a su rápido crecimiento económico. Además, el rápido crecimiento poblacional en Norteamérica es un indicativo de prosperidad.

Smith sostiene que en un país estancado, como China en su tiempo, no se puede esperar que los salarios sean altos. A pesar de ser un país rico en términos de fertilidad y población, su estancamiento lleva a la pobreza y a la dificultad de mantener a una familia.

El autor también aborda la variación de los salarios en diferentes lugares y tiempos, señalando que no siempre corresponden a las variaciones en el precio de los alimentos. Durante el siglo en el que vivió Smith, el salario real de los trabajadores, es decir, la cantidad de bienes y servicios que podían adquirir, aumentó en mayor proporción que el salario monetario.

En otras palabras, Smith se pregunta si la mejora en las condiciones de vida de las clases bajas es beneficiosa o perjudicial para la sociedad. Concluye que es una ventaja, ya que los trabajadores constituyen la mayoría de la sociedad y es justo que quienes alimentan, visten y alojan a la población en general tengan una parte suficiente de los frutos de su propio trabajo para vivir dignamente.

Adam Smith analiza la relación entre la pobreza, la población y los salarios. Aunque la pobreza desalienta el matrimonio, no necesariamente lo impide. Sin embargo, la pobreza es desfavorable para la crianza de los hijos, lo que resulta en una alta tasa de mortalidad infantil.

Smith sostiene que la recompensa liberal del trabajo, es decir, salarios altos, es tanto un efecto como una causa del crecimiento de la población. A medida que aumenta la demanda de mano de obra, también lo hacen los salarios, lo que incentiva la propagación y la industria entre las personas comunes. Los trabajadores son más activos, diligentes y expeditos cuando los salarios son altos, aunque también tienden a sobreexigirse y dañar su salud.

Los años de escasez y abundancia también influyen en los salarios. En años de abundancia, los salarios pueden aumentar debido a la mayor demanda de mano de obra, mientras que en años de escasez, los salarios pueden disminuir debido a la menor demanda. A pesar de las fluctuaciones en el precio de los alimentos, estos siguen influyendo en el precio del trabajo.

El aumento en los salarios del trabajo necesariamente incrementa el precio de muchos productos y, en consecuencia, tiende a disminuir su consumo tanto en el mercado interno como en el extranjero. Sin embargo, el mismo factor que aumenta los salarios del trabajo, el incremento del capital, también tiende a aumentar la productividad del trabajo al permitir una mejor división y distribución del empleo y la adopción de maquinaria más eficiente. Así, aunque el precio de algunos productos aumenta, la cantidad producida por unidad de trabajo puede aumentar aún más, compensando el incremento en el precio.

Capítulo IX: De los beneficios del capital

En la primera parte del capítulo 9 del libro 1 de “La Riqueza de las Naciones”, Adam Smith analiza cómo los beneficios del capital (o stock) fluctúan dependiendo de factores similares a aquellos que afectan los salarios del trabajo. Estos factores están relacionados con el estado de riqueza de una sociedad, ya sea en aumento, estancamiento o declive. Smith argumenta que un aumento en el capital, aunque eleva los salarios, tiende a disminuir los beneficios del capital. Cuando hay un incremento en el capital en un mismo sector comercial, la competencia entre los comerciantes reduce los beneficios. Este fenómeno se repite en diferentes sectores cuando hay un incremento generalizado del capital en la sociedad.

Smith destaca la dificultad de determinar con precisión los beneficios promedio en cualquier comercio, ya que estos son extremadamente variables. Se ven afectados por cambios en los precios de los bienes, la fortuna de los rivales y clientes, y una variedad de otros factores impredecibles. Esta variabilidad hace casi imposible calcular con exactitud los beneficios promedio en un gran reino y aún más difícil juzgar cómo eran en el pasado.

Una manera de aproximarse a entender los beneficios del capital es observar la tasa de interés del dinero. Smith establece que la cantidad ofrecida por el uso del dinero es un reflejo de cuánto se puede ganar con él. Por lo tanto, la tasa de interés tiende a subir y bajar junto con los beneficios del capital. Smith repasa la historia de las tasas de interés legales en Inglaterra desde el reinado de Enrique VIII, señalando cómo estas tasas han seguido y reflejado las tasas del mercado.

Durante el periodo desde Enrique VIII hasta el tiempo de Smith, la riqueza y los ingresos de Gran Bretaña han ido en aumento, y los salarios laborales también han subido. Sin embargo, los beneficios del capital han disminuido en la mayoría de las ramas del comercio y la manufactura. Smith observa que se requiere más capital para llevar a cabo negocios en una ciudad grande que en un pueblo, y esto, junto con la mayor cantidad de competidores ricos, suele reducir los beneficios en las ciudades en comparación con los pueblos. Por otro lado, los salarios suelen ser más altos en las ciudades debido a la mayor demanda de trabajadores, lo que reduce aún más los beneficios del capital. En las zonas rurales, la situación puede ser la inversa, con salarios más bajos y beneficios más altos debido a una menor competencia por la mano de obra.

Luego, Adam Smith compara las tasas de interés y los beneficios del capital en diferentes regiones, destacando cómo estos elementos varían según el estado económico de cada lugar.

Smith menciona que en Escocia, a pesar de tener la misma tasa legal de interés que en Inglaterra, la tasa de mercado es más alta. Esto se debe a que, en general, se necesita menos capital para llevar a cabo negocios en Escocia que en Inglaterra. Por lo tanto, los beneficios del capital tienden a ser mayores en Escocia, aunque los salarios son más bajos. Escocia es descrita como un país menos próspero que Inglaterra, avanzando hacia una mejor condición pero de manera más lenta.

En Francia, Smith observa que las tasas legales de interés no siempre han reflejado las tasas de mercado a lo largo del siglo XVIII. Hubo varias fluctuaciones en la tasa legal de interés, pero los beneficios del comercio han sido históricamente más altos en Francia que en Inglaterra, lo que ha atraído inversión británica a pesar de la desaprobación social del comercio en Francia. Los salarios en Francia son más bajos que en Inglaterra, lo que se refleja en la apariencia y condición de la gente común en ambos países.

Smith luego se refiere a la provincia de Holanda, destacando que es más rica que Inglaterra en proporción a su tamaño y población. Los bajos intereses y salarios altos en Holanda indican una economía floreciente con beneficios de comercio más bajos que en cualquier otro lugar de Europa. Aunque algunas ramas del comercio holandés podrían estar decayendo, Smith argumenta que esto no indica un declive general.

En cuanto a las colonias norteamericanas y del Caribe británicas, Smith señala que tanto los salarios del trabajo como los intereses del capital son más altos que en Inglaterra. Esta situación se atribuye a las circunstancias particulares de las colonias nuevas, donde la tierra y la población son insuficientes en relación con la extensión del territorio y el capital disponible.

Smith concluye que los cambios en los territorios o en las ramas del comercio de un país pueden aumentar temporalmente los beneficios del capital y las tasas de interés, incluso en países que están avanzando en su acumulación de riqueza. Esto se debe a que el capital existente no es suficiente para atender completamente la nueva demanda de negocios, lo que resulta en una competencia reducida en ciertos sectores y, por lo tanto, mayores beneficios. Sin embargo, Smith adelanta que abordará más adelante los motivos por los cuales cree que el stock de capital de Gran Bretaña no disminuyó incluso con el enorme gasto de la guerra reciente.

Finalmente, Adam Smith analiza cómo la disminución del capital social y los fondos destinados al mantenimiento de la industria influyen en los salarios del trabajo, los beneficios del capital y el interés del dinero. Según Smith, una reducción en el capital social lleva a una disminución en los salarios del trabajo, pero a un aumento en los beneficios del capital y, por ende, en el interés del dinero. Esta situación permite a los propietarios de capital vender sus productos a un precio más alto, aumentando sus beneficios.

Smith utiliza el ejemplo de Bengal y otras colonias británicas en el Este para ilustrar un lugar donde los bajos salarios del trabajo y los altos beneficios del capital son evidentes, resultando en tasas de interés extremadamente altas. Compara esto con la antigua República Romana, donde la usura era común en las provincias bajo administraciones corruptas.

Explorando cómo el estado de riqueza de un país afecta los salarios del trabajo y los beneficios del capital, Smith sugiere que en un país que ha alcanzado su máximo potencial de riqueza, ambos serían bajos debido a la intensa competencia por el empleo y el capital. Usa el ejemplo de China para argumentar que un país puede alcanzar un nivel de riqueza que es máximo dentro de los límites de sus leyes e instituciones, pero esto podría ser inferior a lo que podría lograrse bajo diferentes circunstancias.

Smith también discute cómo las deficiencias en la ley pueden elevar la tasa de interés y que la prohibición legal del interés no impide su existencia, sino que solo aumenta la dificultad y el riesgo de prestar dinero.

El capítulo concluye con un análisis del efecto de los altos beneficios y salarios en el precio de los bienes. Smith argumenta que los altos beneficios tienen un impacto mucho mayor en el aumento de los precios que los altos salarios. Da ejemplos de cómo diferentes incrementos en salarios y beneficios afectarían el precio de un producto a lo largo de su cadena de producción. Finalmente, Smith critica a los comerciantes y fabricantes por quejarse solo de los efectos negativos de los altos salarios, mientras ignoran los efectos perjudiciales de sus propios altos beneficios en los precios y en la venta de sus productos.

Capítulo X: De los salarios y ganancias en los diferentes empleos del trabajo y el capital

En este capítulo, Adam Smith sostiene que las ventajas y desventajas de los diferentes empleos de trabajo y capital tienden a ser iguales o a equilibrarse en una misma área geográfica. En una sociedad donde hay completa libertad para elegir y cambiar de ocupación, cada individuo buscaría empleos ventajosos y evitaría los desventajosos, lo que llevaría a un equilibrio en términos de beneficios y desventajas.

Sin embargo, Smith reconoce que en Europa, los salarios y las ganancias varían significativamente según los diferentes empleos. Esta diferencia se debe en parte a ciertas circunstancias en los empleos mismos, que compensan las diferencias en ganancias monetarias, y en parte a la política europea, que no permite la completa libertad en la elección de empleo.

El autor señala que el análisis de estas circunstancias y políticas se tratará en la segunda parte del capítulo.

Parte I: Desigualdades que surgen de la naturaleza de los empleos en sí mismos

Adam Smith aborda cómo los salarios y los beneficios varían en diferentes ocupaciones de trabajo y capital. Expone que, en una misma área, las ventajas y desventajas de diversas ocupaciones deben equilibrarse o tender a la igualdad. Si una ocupación fuera claramente más ventajosa que otra, las personas se inclinarían rápidamente hacia ella, nivelando estas ventajas.

Smith identifica que las diferencias en salarios y beneficios se deben a ciertas características de las ocupaciones y a políticas que no permiten una completa libertad económica en Europa. A continuación, detalla cinco circunstancias principales que influyen en estas diferencias: la naturaleza del trabajo, el costo y la dificultad de aprender el oficio, la constancia del empleo, el nivel de confianza requerido y la probabilidad de éxito.

Primero, los salarios varían según si el trabajo es agradable o desagradable, limpio o sucio, honorable o no. Por ejemplo, un sastre gana menos que un tejedor debido a la facilidad de su trabajo. Los oficios desagradables, como el del carnicero, a menudo resultan más rentables.

Segundo, los salarios dependen del costo y dificultad para aprender un oficio. Los trabajos que requieren habilidades especiales y una educación costosa tienden a pagar más para compensar estas inversiones.

Tercero, la constancia del empleo también afecta los salarios. Ocupaciones con empleo inconstante, como la albañilería, suelen tener salarios más altos para compensar la irregularidad del trabajo.

Cuarto, los trabajos que requieren un alto nivel de confianza, como los joyeros o los profesionales médicos y legales, suelen tener salarios más altos.

Quinto, las ocupaciones con una probabilidad incierta o baja de éxito tienden a ofrecer salarios más altos como compensación por el riesgo.

Smith concluye que, mientras las diferencias en salarios se pueden atribuir a estas cinco circunstancias, los beneficios del capital no se ven igualmente afectados por la naturaleza del comercio, sino más bien por las decisiones y habilidades del comerciante individual.

Adam Smith analiza cómo la probabilidad de éxito en una ocupación influye en los ingresos y la elección de carrera. Smith señala que en oficios como la zapatería, el éxito es casi seguro, mientras que en profesiones liberales como el derecho, es mucho más incierto. Comparando esto con una lotería, argumenta que aquellos que tienen éxito en campos inciertos deberían compensar las pérdidas de los que no tienen éxito, ya que las probabilidades están en su contra.

Smith observa que, a pesar de las desventajas económicas, las profesiones liberales atraen a muchas personas debido al deseo de reputación y a la confianza en las propias habilidades. Destaca que, en ciertas profesiones, como el derecho o la medicina, la admiración pública forma una parte significativa de la recompensa, a diferencia de otras áreas como el comercio o la manufactura.

En el caso de los artistas y entretenedores, que a menudo enfrentan el estigma social mientras ganan sumas sustanciales, Smith explica que sus ingresos no solo compensan el tiempo y el esfuerzo dedicados a desarrollar sus habilidades, sino también el desprestigio asociado con sus profesiones. Menciona que si la percepción social sobre estas profesiones cambiara, la competencia aumentaría y sus ingresos disminuirían.

Smith también aborda la tendencia humana a sobreestimar las posibilidades de éxito y subestimar el riesgo de fracaso. Este fenómeno es evidente en la popularidad de las loterías y en la disposición de la gente a participar en ocupaciones riesgosas como el ejército o la marina. Observa que mientras los soldados y marineros enfrentan grandes peligros y a menudo ganan menos que los trabajadores comunes, la posibilidad de aventura y honor atrae a muchos a estas profesiones.

En lo que respecta al riesgo y la seguridad en las inversiones, Smith explica que los negocios más arriesgados tienden a ofrecer mayores ganancias potenciales, aunque no siempre en proporción al riesgo asumido. Los negocios de alto riesgo, como el contrabando, a menudo resultan en bancarrotas. En comparación, las compañías de seguros, que asumen riesgos calculados, obtienen ganancias moderadas.

Finalmente, Smith contrasta las ganancias aparentes en diferentes tipos de negocios, señalando que a menudo lo que parece ser una gran ganancia en el comercio minorista es en realidad una compensación justa por el trabajo y las habilidades requeridas. Así, una pequeña tienda puede tener un margen de beneficio porcentual más alto que una gran empresa mayorista, pero en términos absolutos, el beneficio real puede ser bastante modesto. Concluye que las diferencias en los ingresos aparentes entre diferentes empleos a menudo se equilibran cuando se consideran todas las variables relevantes.

A medida que va finalizando esta sección del capítulo X, Adam Smith examina cómo el tamaño de un mercado influye en las oportunidades de negocio y la acumulación de riqueza. Explica que, aunque los beneficios del comercio al por mayor y al por menor suelen ser menores en las capitales que en los pueblos y aldeas pequeñas, es en las ciudades grandes donde a menudo se generan grandes fortunas a partir de pequeños inicios. Esto se debe a que el comercio en las ciudades puede expandirse a medida que crece el capital y el crédito de un comerciante próspero y ahorrativo, permitiéndole aumentar sus ganancias y su acumulación anual.

Smith señala que rara vez las grandes fortunas se hacen en un negocio regular, establecido y bien conocido en las ciudades grandes. Más bien, suelen ser el resultado de una vida de industria, frugalidad y atención. Sin embargo, menciona que a veces se hacen fortunas repentinas mediante el “comercio de especulación”, donde el comerciante entra y sale de diferentes mercados según las oportunidades de ganancias excepcionales. Este tipo de comercio, afirma Smith, solo es posible en las grandes ciudades donde se puede obtener la información necesaria para tales especulaciones.

Además, Smith argumenta que aunque existen desigualdades significativas en los salarios y beneficios de diferentes empleos, en términos generales, todos los empleos tienden a equilibrarse en cuanto a ventajas y desventajas totales. Para que esta igualdad se mantenga, señala tres requisitos: que los empleos sean bien conocidos y establecidos en la zona, que se encuentren en su estado natural o común, y que sean la ocupación principal o exclusiva de quienes los ejercen.

Smith también comenta sobre la naturaleza cambiante de los mercados y cómo esto afecta tanto a los salarios como a los beneficios del capital. Por ejemplo, menciona que en tiempos de guerra, cuando se requieren más marineros para la marina, los salarios de los marineros mercantes tienden a aumentar debido a la escasez de trabajadores. De manera similar, los beneficios del capital pueden fluctuar con el precio de los productos en los que se invierte.

Para ilustrar cómo los mercados afectan los salarios en diferentes circunstancias, Smith da el ejemplo de los “Cotters” en Escocia, trabajadores que complementan sus ingresos principales con empleos adicionales. Este fenómeno, dice, es más común en países menos prósperos, donde un mercado más limitado no permite que un solo empleo sustente completamente a una persona.

Finalmente, Smith aborda el costo de vida en diferentes ciudades, observando cómo factores como el alquiler influyen en los precios de otros servicios, como el alojamiento. En Londres, por ejemplo, el alto costo del alquiler lleva a los comerciantes a subarrendar partes de sus viviendas, lo que reduce el costo del alojamiento en comparación con ciudades donde el alojamiento es la principal fuente de ingresos de una persona.

Parte II: Inequidades causadas por la Política de Europa

En esta parte del capítulo, Adam Smith analiza cómo la política de Europa ha generado desigualdades significativas en los beneficios y desventajas de diferentes empleos, más allá de las causadas por la libertad de mercado. Identifica tres maneras principales en las que la política interfiere en el mercado laboral y de capital: restringiendo la competencia en algunas ocupaciones a un número menor de lo que sería natural, aumentando la competencia en otras más allá de lo natural, y obstaculizando la libre circulación de trabajo y capital entre diferentes empleos y lugares.

La política europea, según Smith, a menudo limita la competencia mediante el establecimiento de privilegios exclusivos para ciertas corporaciones. Estos privilegios restringen la competencia en una ciudad a aquellos que son miembros de la corporación, generalmente requiriendo que se haya completado un aprendizaje bajo un maestro calificado para poder ejercer cierto oficio. Esto, a su vez, limita artificialmente el número de personas que pueden entrar en ciertos oficios y aumenta el costo y la duración de la formación necesaria. Por ejemplo, en Sheffield, ningún fabricante de cuchillos puede tener más de un aprendiz a la vez, y en Norwich ningún tejedor puede tener más de dos, bajo pena de multas significativas.

Además, Smith menciona que los términos de los aprendizajes en Europa suelen ser largos (siete años era lo habitual), reflejando la duración del estudio requerido para obtener un título en las universidades, que a su vez se inspiraron en el sistema de aprendizaje de los oficios. Sin embargo, argumenta que los largos aprendizajes son innecesarios para garantizar la calidad del trabajo y que, en realidad, no fomentan la industria entre los aprendices, que no tienen un interés inmediato en ser laboriosos. Según Smith, esta institución favorece más a los maestros que a los aprendices o al público, ya que limita la competencia y mantiene altos los salarios y los beneficios.

Smith critica la ley de aprendizaje del Estatuto de Isabel I de Inglaterra, que requería un aprendizaje de siete años para ejercer cualquier oficio, comercio o misterio. Aunque esta ley se aplicó de manera irregular y se limitó principalmente a las ciudades, afectó la libertad de las personas para ejercer oficios y restringió la competencia. También señala cómo la ley no se extendió a oficios nuevos, creando distinciones arbitrarias y absurdas entre diferentes tipos de comerciantes y artesanos.

En Francia, la duración de los aprendizajes varía según la ciudad y el oficio, mientras que en Escocia no hay una ley general que regule la duración de los aprendizajes, y en muchas ciudades, las multas para entrar en una corporación son bajas o no existen. Smith argumenta que el derecho de una persona a utilizar su trabajo como mejor le parezca es fundamental y que las restricciones a este derecho son tanto opresivas como perjudiciales para la sociedad en general. Las largas duraciones de los aprendizajes y las restricciones al trabajo, según él, no garantizan la calidad del trabajo y no fomentan la diligencia entre los aprendices.

Smith concluye que estas políticas, más que proteger al público o mejorar la calidad del trabajo, sirven principalmente para proteger a los gremios y corporaciones de la competencia, limitando la libertad de las personas para elegir su ocupación y restringiendo la oferta de trabajadores calificados en varios oficios.

Adam Smith continúa su análisis sobre cómo la política de Europa ha generado desigualdades en el mercado laboral y de capital, enfocándose en cómo la gobernanza de las ciudades corporativas ha influido en estas dinámicas. Smith explica que el control de las corporaciones sobre el comercio y la industria en las ciudades condujo a prácticas que restringían artificialmente la competencia y, por lo tanto, mantenían los precios altos tanto para los bienes como para los servicios. Cada clase de comerciantes o artesanos buscaba establecer regulaciones para limitar la competencia en su campo específico, lo que beneficiaba a las ciudades en su comercio con el campo.

Smith señala que las ciudades obtienen su subsistencia y los materiales para su industria del campo, pagando por ellos mediante la exportación de bienes manufacturados y productos de otras regiones o países. Las regulaciones que aumentan los salarios y los beneficios en las ciudades permiten a estas comprar con menos trabajo propio una mayor cantidad del trabajo del campo. Por lo tanto, las ciudades ganan a expensas del campo, alterando la igualdad natural que existiría en el comercio entre ambas.

Además, Smith observa que en Europa, la industria en las ciudades es más ventajosa que en el campo, lo que se evidencia en que muchas más personas acumulan grandes fortunas en las ciudades a partir de pequeños comienzos, en comparación con quienes lo hacen en el campo. Esto se debe a que el stock y el trabajo buscan naturalmente el empleo más ventajoso, y las políticas y regulaciones tienden a favorecer a las ciudades.

El autor critica las políticas que limitan la competencia, como los privilegios exclusivos de las corporaciones, los altos aranceles a las manufacturas extranjeras, y las restricciones a la libre circulación de trabajo y capital. Argumenta que estas políticas benefician injustamente a las ciudades a expensas del campo y son contraproducentes para la sociedad en su conjunto. Smith también señala que la supremacía de la industria urbana sobre la rural no se debe únicamente a las corporaciones, sino también a otras regulaciones que apoyan los mismos fines.

En resumen, Smith argumenta que la política de las ciudades corporativas ha creado desigualdades significativas en los beneficios y desventajas de diferentes empleos de trabajo y capital, favoreciendo a las ciudades y restringiendo la competencia en diversas profesiones y oficios. Estas políticas, según él, han distorsionado el mercado y han perjudicado tanto a los individuos como al bienestar general de la sociedad.

Luego, Adam Smith se enfoca en cómo la política europea, al aumentar la competencia en ciertas ocupaciones más allá de lo natural, genera desigualdades opuestas en el conjunto de ventajas y desventajas de los diferentes empleos de trabajo y capital.

Smith señala que, históricamente, se ha considerado importante que un número adecuado de jóvenes sean educados para ciertas profesiones. Para esto, tanto el público como fundadores privados han establecido becas y ayudas económicas, atrayendo a más personas de las que naturalmente seguirían esas carreras. Un ejemplo clave es la educación de clérigos en países cristianos, donde la mayoría no se educa completamente a su propio costo. Esto ha llevado a que haya más clérigos de los necesarios, lo que reduce la compensación económica que podrían obtener de otro modo. Smith compara los salarios de los curas y capellanes con los de un jornalero, destacando que a menudo el clérigo está peor remunerado, a pesar de su extensa educación.

En las profesiones donde no hay beneficios eclesiásticos, como el derecho y la medicina, Smith argumenta que si se educara a una proporción igual de personas a expensas del público, la competencia reduciría mucho su recompensa económica. Esto, a su vez, disuadiría a las personas de educar a sus hijos en esas profesiones por su propio costo, dejándolas en manos de aquellos educados por caridad pública, lo cual degradaría estas profesiones.

Smith también discute la situación de los hombres de letras, muchos de los cuales fueron educados para la iglesia pero no encontraron posiciones. Esto ha llevado a una sobreabundancia de personas educadas dispuestas a trabajar por una compensación muy baja, reduciendo la recompensa económica para todos en ese campo.

Antes de la invención de la imprenta, señala Smith, la principal forma en que un hombre de letras podía obtener beneficios era a través de la enseñanza. Sin embargo, con la invención de la imprenta, muchos optaron por escribir para libreros, un campo que ofrece menos recompensa económica. Smith observa que en tiempos antiguos, los profesores eminentes obtenían mucho más de lo que obtienen en tiempos más recientes, lo cual atribuye a la menor competencia y mayor respeto por el conocimiento en esos tiempos.

Smith argumenta que la intervención del Estado y las instituciones en la educación y formación profesional ha creado desequilibrios, incrementando la competencia en ciertas áreas y reduciendo la recompensa económica disponible para quienes trabajan en ellas. Esto ha llevado a una sobreoferta de trabajadores educados en ciertos campos, lo que a su vez ha devaluado su trabajo.

Hacia el final de esta parte, Adam Smith aborda cómo la política de los asentamientos en Inglaterra afecta la circulación libre de la mano de obra, creando una desigualdad significativa en los beneficios y desventajas de distintas ocupaciones laborales y de inversión.

Smith describe las leyes de asentamientos, comenzando con el estatuto del reinado de Guillermo III, que estableció que una residencia ininterrumpida de cuarenta días en una parroquia, después de haber dado un aviso público, era necesaria para obtener un asentamiento legal en esa parroquia. Esta ley prácticamente hacía imposible para una persona pobre adquirir un nuevo asentamiento de la manera tradicional. Sin embargo, se establecieron otras formas de obtener un asentamiento, como pagar impuestos locales, ser elegido para un cargo parroquial, servir un aprendizaje o ser contratado por un año en el área.

Smith señala que es casi imposible para los pobres adquirir un asentamiento mediante estas nuevas reglas, ya que las parroquias rara vez están dispuestas a aceptar nuevos residentes que puedan convertirse en una carga. Además, destaca que estas regulaciones dificultan la movilidad laboral y contribuyen a la variación en los salarios entre diferentes áreas, incluso en lugares cercanos entre sí.

Para solucionar parcialmente este problema, se introdujeron los “certificados” que permitían a una persona mudarse a una nueva parroquia sin ser removida hasta que realmente se convirtiera en una carga para ella. Sin embargo, Smith critica que este sistema no restauró completamente la libre circulación de la mano de obra, ya que estos certificados se otorgan a discreción de los funcionarios parroquiales y a menudo se niegan.

Smith concluye que estas restricciones violan la libertad natural y la justicia, y critica la ley de asentamientos por su dura opresión hacia los pobres. Argumenta que las prácticas de fijar los salarios y regular las ganancias de los comerciantes son ineficaces y a menudo injustas, ya que tienden a favorecer a los empleadores sobre los empleados. Además, sugiere que la proporción entre las tasas de salarios y ganancias en diferentes ocupaciones no se ve afectada significativamente por el estado económico general de la sociedad.

Capítulo XI: De la Renta de la Tierra

Adam Smith analiza en este capítulo la renta de la tierra como un precio natural que los arrendatarios pueden pagar. La renta es el resultado de lo que un agricultor puede permitirse pagar en función de las circunstancias reales de la tierra. La renta se considera un precio de monopolio, ya que no está relacionada con lo que el propietario haya invertido en mejoras o lo que él mismo pueda permitirse tomar.

Existen dos tipos de productos de la tierra: aquellos que siempre generan una renta y aquellos que pueden o no generarla, dependiendo de las circunstancias. La renta, a diferencia de los salarios y las ganancias, es el efecto de los precios altos o bajos de los productos. Si el precio es suficiente para cubrir los salarios y las ganancias, la renta será alta o baja en función de ese precio.

El capítulo se divide en tres partes: en primer lugar, se analizan los productos de la tierra que siempre generan una renta; en segundo lugar, aquellos productos que a veces pueden generar renta y otras no; y en tercer lugar, las variaciones que ocurren en el valor relativo de estos dos tipos de productos a lo largo de los diferentes períodos de mejora, en comparación tanto entre sí como con los productos manufacturados.

Parte I: La renta de la tierra y sus factores determinantes

Adam Smith argumenta que la renta de la tierra se deriva del excedente de la producción de alimentos, que siempre es demandada. La cantidad de alimentos que produce un terreno no solo depende de su fertilidad, sino también de su ubicación. Los terrenos cercanos a las ciudades suelen tener una renta más alta que los terrenos igualmente fértiles en zonas rurales debido a los costes de transporte.

Smith destaca la importancia de las buenas carreteras, canales y ríos navegables para conectar las zonas rurales con las ciudades y reducir el monopolio local. Estas mejoras en la infraestructura benefician tanto a la ciudad como al campo al abrir nuevos mercados y fomentar la competencia.

La relación entre los precios del pan y la carne también influye en la renta de la tierra. En las etapas iniciales de la agricultura, la carne suele ser más abundante y, por lo tanto, más barata que el pan. Sin embargo, a medida que la agricultura se expande y se cultiva más tierra, el pan se vuelve más abundante y la carne se vuelve más cara. La renta y las ganancias de las tierras de pastoreo y cultivo de cereales tienden a igualarse en una gran parte del país, aunque hay excepciones locales.

Smith también menciona cómo la importación de cereales puede afectar a la renta de la tierra. En países densamente poblados como Holanda y la antigua Italia, la demanda de alimentos supera la capacidad de producción local y se importa cereales para alimentar a la población. En este caso, las tierras se dedican principalmente a la producción de pasto, que es más voluminoso y difícil de transportar que los cereales.

En resumen, la renta de la tierra es una función de la producción de alimentos y se ve afectada por factores como la fertilidad del suelo, su ubicación, la infraestructura de transporte y la relación entre los precios de la carne y el pan.

Parte II: De los productos de la tierra que a veces sí y a veces no generan renta

En este capítulo, Adam Smith analiza cómo diferentes tipos de productos de la tierra pueden generar renta para el propietario de la tierra, dependiendo de las circunstancias.

La comida es el único producto de la tierra que siempre proporciona renta al propietario. Otros tipos de productos, como los materiales para la ropa y la vivienda, pueden generar renta en ciertas condiciones. Cuando la demanda de estos materiales es alta, su precio puede generar renta. Sin embargo, cuando hay una superabundancia de estos materiales, su precio puede ser tan bajo que no generan renta.

Smith destaca que la demanda de estos materiales está influenciada por el comercio exterior. Por ejemplo, las pieles de animales y la madera pueden encontrar mercados en otros países, lo que les da valor y les permite generar renta para el propietario de la tierra.

El autor sostiene que la población de un país no está determinada por la cantidad de personas que la tierra puede alimentar, sino por la cantidad de personas que pueden obtener comida. La comida es la fuente original de la renta, y otros productos de la tierra que generan renta obtienen su valor de la mejora de la capacidad de producción de alimentos a través de la mejora y el cultivo de la tierra.

Smith también examina cómo la rentabilidad de una mina de carbón depende de su fertilidad y ubicación. Las minas fértiles pueden generar renta, mientras que las minas infértiles no pueden. Además, algunas minas pueden ser explotadas con fines de lucro, pero no generar renta para el propietario de la tierra.

Parte III: De las variaciones en la proporción entre los valores respectivos de ese tipo de producto que siempre proporciona renta y aquel que a veces sí y a veces no proporciona renta

A medida que la comida se vuelve más abundante debido a la mejora y la agricultura, aumenta la demanda de otros productos que no son alimentos y que se pueden utilizar para fines prácticos o decorativos. Por lo tanto, se esperaría que la relación entre los valores de estos dos tipos de productos cambie con el tiempo. Específicamente, se esperaría que el valor de aquellos productos que a veces proporcionan renta aumente en relación con el valor de los que siempre proporcionan renta.

En general, esto es lo que ha ocurrido con la mayoría de los productos a lo largo de la historia. A medida que la industria y el arte avanzan, los materiales para la ropa y la vivienda, los fósiles y minerales útiles, los metales preciosos y las piedras preciosas se vuelven más demandados y, en consecuencia, se vuelven más caros en términos de la cantidad de alimentos que se pueden intercambiar por ellos.

Sin embargo, hay casos en los que el suministro de ciertos productos aumenta en una proporción aún mayor que la demanda, lo que provoca que el valor de estos productos disminuya en lugar de aumentar. Un ejemplo de esto es la plata. Aunque la demanda de plata podría aumentar con la mejora de un país, el descubrimiento de nuevas minas más fértiles podría hacer que el suministro aumente en una proporción mucho mayor que la demanda, haciendo que el valor de la plata disminuya en términos de la cantidad de alimentos que se pueden intercambiar por ella.

A lo largo de los últimos cuatro siglos, ha habido tres combinaciones posibles de eventos en el progreso del mejoramiento, y todas ellas han ocurrido en el mercado europeo. Estos eventos incluyen un aumento en la demanda de plata mientras el suministro permanece constante, un aumento en el suministro mientras la demanda permanece constante y un aumento en ambos, el suministro y la demanda en proporciones similares. Estos eventos han influido en la relación entre los valores de los diferentes tipos de productos a lo largo del tiempo.

Conclusión del capítulo (y fin del Libro I)

Adam Smith argumenta que cada mejora en las circunstancias de la sociedad tiende a elevar la renta real de la tierra, lo que aumenta la riqueza y el poder adquisitivo del terrateniente. La expansión de la mejora y la agricultura aumenta la renta directamente, ya que la proporción de la producción destinada al terrateniente aumenta con la producción total.

Las mejoras en la productividad del trabajo, que tienden a reducir el precio real de los productos manufacturados, también aumentan indirectamente la renta real de la tierra. Esto se debe a que el terrateniente intercambia parte de su producción excedente por productos manufacturados y una reducción en el precio real de estos productos aumenta el valor de la producción del terrateniente.

El aumento de la riqueza real en una sociedad y el aumento en la cantidad de trabajo útil empleado dentro de ella también tienden a elevar indirectamente la renta real de la tierra. Sin embargo, las circunstancias contrarias, como la falta de cultivo y mejora, la disminución de la riqueza real de la sociedad y la caída en el precio real de los productos agrícolas, tienden a reducir la renta real de la tierra.

En un país, la renta de la tierra, los salarios del trabajo y las ganancias del capital constituyen las tres fuentes de ingresos de los diferentes órdenes sociales. Estos tres órdenes son los terratenientes, los trabajadores y aquellos que viven de las ganancias del capital. El interés de los terratenientes y los trabajadores está estrechamente relacionado con el interés general de la sociedad. Sin embargo, el interés de aquellos que viven de las ganancias del capital no siempre coincide con el interés general de la sociedad, ya que a menudo tienen intereses particulares en la promoción de sus propios negocios.

Smith concluye que las propuestas de nuevas leyes o regulaciones comerciales que provienen de aquellos que viven de las ganancias del capital deben ser examinadas con precaución y escepticismo, ya que estos individuos pueden tener intereses en engañar y oprimir al público en general para su propio beneficio.

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«El liberalismo que no supimos comprender»

El liberalismo que no supimos comprender

«Análisis de Modelos Económicos Exitosos»

Analisis de Modelos Económicos Exitosos

¿Qué es el liberalismo?

¿Por qué el liberalismo latinoamericano es tan distinto al europeo? El liberalismo en Latinoamérica tiene una fuerte impronta conservadora, y se declara enemigo del Estado. Pero en varios Estados europeos, el Estado es una herramienta fundamental para llevar adelante sus políticas liberales. F. Hayek escribió un anexo importante a su obra «Constitución de la libertad» llamado «Por qué no soy conservador», que se convirtió en una declaración de principios para definir su ideología. Milton Friedman escribió en la introducción a «Capitalismo y libertad» que los movimientos liberal-conservadores eran absurdos, ya que resultan en un oxímoron.

El liberalismo ha sufrido una tergiversación histórica que ha creado una confusión notable. Es por ello que hoy vemos personas definirse como “liberal en lo económico y conservador en lo social” o viceversa. Esta es la razón por la que los gobiernos no perduran en el tiempo, y generan tan bajos índices de aprobación en la sociedad. También es la razón por la cual actualmente están aumentando las diferencias políticas de distintos grupos sociales y la sociedad se encuentra siendo protagonista de un enfrentamiento que genera una grieta entre personas con opiniones diferentes, amigos o hasta familias. Unos defienden la libertad económica y otros defienden la libertad social.

Salir de este sinsentido depende de nosotros mismos. El liberalismo latinoamericano ha fracasado, porque no ha comprendido los principios básicos del liberalismo en su esencia. En este libro, recorremos la historia de los últimos 300 años desde John Locke hasta Milton Friedman pasando por Marx, Adam Smith, y una gran variedad de actores trazando un paralelismo entre los eventos que se fueron sucediendo en Inglaterra, Escocia, Francia, Alemania, los países nórdicos, Estados Unidos y otras localidades importantes en el desarrollo histórico de la política mundial. Este libro busca definir al liberalismo como un movimiento eminentemente contra la opresión, intentando cerrar la grieta política que atraviesan actualmente todos los países hispanoparlantes sin excepción.

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